La cadena ilustrativa IV — El contenido
Autor> Oscar Senonez / La ausencia de ilustraciones en este artículo es intencional.
Este texto fue escrito originalmente en 2009. Lo reescribo hoy, no para corregirlo sino para afinarlo: para situarlo frente a nuevos lectores, nuevos contextos editoriales y con la perspectiva que da el tiempo de oficio. El planteo sigue siendo el mismo, pero la responsabilidad intelectual también creció. Si por curiosidad quieres ver el artículo original puedes hacerlo en Sen Imago
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Siguiendo el esquema de la cadena ilustrativa, ya hemos recorrido los siguientes eslabones:
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El cliente
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El público
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El soporte
Corresponde ahora detenernos en el contenido.
Llamo contenido a aquello que posee el elemento que la ilustración debe iluminar. Puede tratarse de un texto, una marca, un slogan, una idea o un concepto. Todos ellos contienen información, contexto y asociaciones previas. Evocan historias, lugares, recuerdos, climas y sentidos antes incluso de ser ilustrados.
Todo aquello que rodea al elemento a ilustrar —y que le otorga sentido— forma parte de su contenido.
El contenido como campo de fuerzas
La palabra "amor", por ejemplo, activa de inmediato un repertorio visual: corazones, flechas, Cupido, parejas, vínculos familiares, gestos, escenas íntimas. Todo eso es contenido.
El ilustrador no parte de una hoja en blanco. Se enfrenta a ese caudal de asociaciones y debe decidir qué toma, qué descarta y, eventualmente, qué agrega. Pero no puede ignorarlo. Ilustrar es siempre operar sobre un contenido preexistente.
Como ya hemos visto al analizar las actividades de la ilustración, la imagen está inevitablemente ligada a su acompañante. En consecuencia, será modificada por él.
Condicionamientos del contenido
El contenido condiciona la ilustración de múltiples maneras. Entre ellas, al menos tres resultan fundamentales:
1. El tema
Si se nos pide ilustrar la palabra "amor", nuestras ideas más brillantes sobre la extinción de los dinosaurios resultarán inútiles. Puede parecer una obviedad, pero esta exageración sirve para señalar un punto central: la ilustración trabaja bajo condicionamientos básicos que no pueden ignorarse.
El tema se encuentra estrechamente ligado al cliente, al público y —como veremos— también al soporte. El cliente encarga iluminar un tema específico para un público determinado. La pregunta no es solo qué quiero ilustrar, sino qué debo ilustrar y para quién.
¿Es posible unir el amor con la extinción de los dinosaurios? Tal vez. ¿El cliente lo permitirá? Esa es otra cuestión.
2. El contexto histórico
Supongamos ahora que el tema "amor" pertenece al texto de Tristán e Isolda. Automáticamente, ese texto pasa a formar parte del contenido.
Si el ilustrador había pensado en una relación contemporánea, o incluso había imaginado a Romeo y Julieta, deberá reformular sus ideas. No podrá dibujar un teléfono celular en manos de los amantes ni vestir a los personajes con códigos ajenos a su tiempo.
Es cierto que podrían ensayarse cruces temporales o reinterpretaciones audaces —si el cliente lo admite—, pero aun así no puede negarse que el contexto histórico ha desplazado y orientado las decisiones visuales.
El contenido siempre deja huella.
3. El contexto del medio
Ligado estrechamente al cliente aparece el contexto del medio: su línea editorial, su identidad, su posicionamiento cultural. Es lo que podríamos llamar la "forma de ser" del medio que publicará la ilustración.
Si el texto sobre Tristán e Isolda será publicado por una editorial de perfil extremadamente conservador, ese dato se suma al contenido. Y nuevamente, muchas ideas posibles quedarán descartadas antes de ser dibujadas.
El contenido no es solo lo que se dice, sino desde dónde se dice.
Libertad creativa y oficio
Todo aquello que el ilustrador debe ilustrar llega cargado de contenido y de contextos que pesan. Por eso es fundamental conocer cuánta libertad real existe dentro de un encargo.
Aquí se hace visible una de las diferencias centrales entre el ilustrador y el pintor o dibujante autónomo. Mientras estos últimos pueden darse el lujo de trabajar desde el impulso personal, el ilustrador se encuentra condicionado desde el inicio por el contenido y por toda la cadena ilustrativa.
La creatividad del ilustrador no desaparece: se ejerce dentro de marcos referenciales. Dentro de límites propios del oficio.
Dicho de otro modo: el ilustrador no hace lo que quiere, sino lo que debe, en función de iluminar. Y es justamente en esa tensión donde el oficio encuentra su sentido.
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En 2020 realicé una temporada del Podcast Sen Imago en la que retomé estas ideas y las adapté al formato sonoro, explorando sus implicancias desde otra cadencia y otro modo de escucha. Quienes deseen acceder a ese material pueden hacerlo en el siguiente enlace: PODCAST
