Un diagrama — Un esquema general del tema
Autor> Oscar Senonez / La ausencia de ilustraciones en este artículo es intencional.
Este texto fue escrito originalmente en 2009. Lo reescribo hoy, no para corregirlo sino para afinarlo: para situarlo frente a nuevos lectores, nuevos contextos editoriales y con la perspectiva que da el tiempo de oficio. El planteo sigue siendo el mismo, pero la responsabilidad intelectual también creció. Si por curiosidad quieres ver el artículo original puedes hacerlo en Sen Imago
...........
Si algo suele entorpecer la comprensión de la ilustración como disciplina es la confusión de términos. Por eso conviene volver a una afirmación que funciona como punto de partida de todo lo que venimos desarrollando:
dibujar no es ilustrar, e ilustrar no es dibujar.
La ilustración no se define por la destreza gráfica sino por su función comunicacional. Y esa función se articula, necesariamente, a partir de dos actividades que se integran con un único objetivo: comunicar.
Para no perdernos entre conceptos, es útil detenernos y ordenar el territorio. De allí surge la necesidad de un esquema general, un diagrama conceptual que permita comprender la ilustración no como un gesto aislado, sino como un sistema para luego seguir desarrollando todo lo planteado.
Las dos actividades fundamentales de la ilustración
Toda ilustración auténtica cumple, al menos, dos funciones básicas:
1. Acompaña
La ilustración no existe en soledad: acompaña un texto, una idea, una narración, un discurso editorial.
No compite con él ni lo reemplaza; dialoga.
Se vincula, se subordina, tensiona o refuerza, pero siempre en relación con aquello que ilustra.
2. Ilumina
Ilustrar es arrojar luz sobre el contenido.
Aclarar, expandir, sugerir, tensionar o enriquecer el sentido.
No decorar, no embellecer gratuitamente, no distraer.
Cuando estas dos actividades no están presentes, la imagen puede ser interesante, bella o provocadora, pero no está cumpliendo una función ilustrativa.
La cadena ilustrativa
La ilustración no es un acto aislado, sino el resultado de un proceso.
A ese proceso lo denomino cadena ilustrativa.
Esta cadena está compuesta por cinco eslabones fundamentales:
-
El cliente
-
El público
-
El soporte
-
El contenido
-
El propósito
Cada uno de estos elementos condiciona las decisiones visuales. Ignorar alguno de ellos debilita el conjunto. La ilustración final es siempre el resultado de la tensión y el equilibrio entre estos factores.
Desde una perspectiva editorial, esta cadena no es opcional: es estructural.
Luego de este texto me dedicaré a desarrollar cada uno de estos eslabones, explicando qué significa cada elemento y de qué manera contribuye al resultado final del trabajo del ilustrador. El más extenso de ellos será el de propósito, al que quizás dedicaré varios artículos, ya que allí se define el sentido profundo de toda ilustración: por qué existe, para quién y para qué.
Aquí debería aparecer un diagrama.
Y, sin embargo, no está.
No por descuido, sino por coherencia. Este artículo habla de estructuras conceptuales, no de formas visuales. El esquema existe, aunque no esté dibujado; se activa en la lectura y se completa en la reflexión.
A veces, no mostrar también es una forma de iluminar.
OK, OK... si aún necesitas ver el diagrama, aunque sea tan sencillo que ni valga la pena verlo, dejo el link al viejo artículo donde sí incluí una imagen al respecto: A LA IMAGEN DEL ESQUEMA
............................
En 2020 realicé una temporada del Podcast Sen Imago en la que retomé estas ideas y las adapté al formato sonoro, explorando sus implicancias desde otra cadencia y otro modo de escucha. Quienes deseen acceder a ese material pueden hacerlo en el siguiente enlace: PODCAST
